Un estudio muestra que casi una cuarta parte de los jóvenes brasileños no trabaja ni estudia, lo que revela un grave problema social y económico. Mientras los países desarrollados avanzan con políticas de inclusión, Brasil continúa por un camino preocupante.
Imaginemos un país donde casi una cuarta parte de los adultos jóvenes no estudian ni trabajan. Un escenario preocupante que levanta una alerta roja para la economía y el futuro de una nación.
Esta aterradora realidad la revela un estudio reciente de la OCDE, que muestra que Brasil se está distanciando cada vez más de los países desarrollados. EL La situación es grave y puede afectar directamente el crecimiento económico y el bienestar social del país.
Pero ¿cuál es el verdadero alcance de este problema y qué se está haciendo para revertirlo? Antes de responder, es importante comprender las cifras y el contexto detrás de esta generación “ni-ni” y lo que esto representa para Brasil en los próximos años.
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De acuerdo con el estudio La educación de un vistazo 2024, publicado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), El 24% de los jóvenes brasileños entre 25 y 34 años no trabaja ni estudia.
Este dato coloca a Brasil en una situación desfavorable, con una proporción de “ni ni” muy superior al promedio de los países desarrollados, que es del 13,8%. Incluso con una ligera mejora desde 2016, cuando la tasa era del 29,4%, a Brasil todavía le queda un largo camino por recorrer. Los expertos destacan que, a pesar de la caída, el índice sigue siendo alarmante.
La Encuesta Nacional Continua por Muestra de Hogares (PNAD), del IBGE, también presenta un panorama preocupante. En 2022, alrededor del 20% de los jóvenes brasileños de entre 15 y 29 años se encontraban en la misma situación. En otras palabras, más de 9,6 millones de jóvenes que podrían estar contribuyendo al crecimiento del país están, de hecho, fuera del mercado laboral y de las aulas.
Pero ¿por qué tantos jóvenes abandonan la escuela o dejan de buscar trabajo? La necesidad de trabajar es una de las principales razones citadas, según la PNAD.
Alrededor del 40,2% de los jóvenes dice haber tenido que dejar la escuela para buscar ingresos, incluso si no siempre consiguen un trabajo. Además, cuestiones como el embarazo precoz y la responsabilidad de las tareas domésticas, especialmente entre las mujeres, también influyen en la decisión de abandonar la escuela.
Comparación internacional y desafíos económicos
Mientras Brasil lucha con este elevado número de jóvenes inactivos, los países desarrollados de la OCDE, como Finlandia y Alemania, tienen tasas significativamente más bajas.
En Finlandia, por ejemplo, alrededor del 68% de los estudiantes completan la educación técnica junto con la educación secundaria., lo que aumenta las posibilidades de empleabilidad inmediatamente después de finalizar los estudios. En Brasil, sólo el 10% de los estudiantes siguen este camino, lo que pone de relieve la necesidad de una reforma educativa más sólida.
La economía brasileña también enfrenta desafíos estructurales. En los últimos años, crisis económicas como las de 2015-2016 y los impactos de la pandemia de 2020 han comprometido la oferta y calidad de los empleos en el país.
Como resultado, ha aumentado la proporción de jóvenes que se encuentran sin oportunidades, creando un ciclo difícil de romper. Para empeorar aún más la situación, Brasil está envejeciendo rápidamente y el fin del llamado “bono demográfico”, un período en el que la mayoría de la población está en edad de trabajar, es inminente.
Sin un aumento de la productividad y la inclusión de los jóvenes en el mercado laboral, El país puede enfrentar serias dificultades para sostener el aumento del gasto social, principalmente en pensiones y salud., como advierten los expertos.
La educación como solución.
Para revertir esta alarmante tendencia, los expertos señalan que mejorar la calidad de la educación básica es fundamental.
Brasil está entre los peores clasificados en el ranking internacional de Pisa, que evalúa la educación en diferentes países. Invertir en educación técnica y vocacional es una de las soluciones defendidas, pero los desafíos para implementar este modelo aún son grandes.
La reforma de la educación secundaria, aprobada en 2017, tenía como objetivo flexibilizar el plan de estudios y dar cabida a contenidos más técnicos y profesionales.
Sin embargo, la implementación de este nuevo formato enfrentó obstáculos y Los ajustes se realizaron en 2024., con la promesa de mejorar en los próximos años. La educación a tiempo completo, que aumenta el número de horas que los estudiantes pasan en la escuela, es otra propuesta que ha ido ganando terreno entre expertos y autoridades educativas.
Además, la inclusión de materias que estimulen el pensamiento crítico y las habilidades prácticas, como el uso de la inteligencia artificial, pueden preparar mejor a los jóvenes para el futuro del trabajo, que será cada vez más tecnológico y automatizado.
Desigualdad racial y de género en el mercado laboral
Aunque las mujeres brasileñas generalmente obtienen mejores resultados académicos que los hombres, todavía enfrentan importantes dificultades en el mercado laboral.
En Brasil, sólo el 44% de las mujeres con educación secundaria incompleta están empleadas, mientras que esta cifra alcanza el 80% entre los hombres del mismo grupo de edad. Incluso entre quienes tienen educación superior, las mujeres ganan significativamente menos que sus homólogos masculinos.
Esta desigualdad de género, como señala el informe de la OCDE, es común en muchos países, pero en Brasil se intensifica debido a factores históricos y sociales.
Y no son sólo las mujeres las que sufren la falta de oportunidades. Los jóvenes negros y mestizos, a pesar de los avances proporcionados por las cuotas en las universidades públicas, aún enfrentan dificultades para acceder a la educación superior y a empleos calificados.
El futuro de la generación ni-ni
La persistencia de una alta proporción de jóvenes “ni-ninguno” en Brasil representa un gran desafío para el futuro del país. Sin políticas públicas efectivas para reintegrar a estos jóvenes al mercado laboral y al sistema educativo, Brasil corre el riesgo de perpetuar un ciclo de desigualdad y estancamiento económico.
La pregunta que queda es: ¿podrá Brasil revertir esta tendencia y garantizar un futuro más prometedor para su juventud? La respuesta dependerá de las decisiones que se tomen en los próximos años, tanto en términos de políticas públicas como de inversiones en educación y empleo.