Los portaaviones estadounidenses, conocidos por su tamaño y potencia, tienen una característica intrigante: no tienen puertas en la cubierta inferior donde se encuentran los hangares. Esto puede parecer un error de diseño o una medida de ahorro de costes, pero la verdad es mucho más compleja e interesante.
Los portaaviones son partes clave de la Armada de los Estados Unidos, funcionando como bases aéreas flotantes que pueden lanzar y recuperar aviones en cualquier parte del mundo. Tienen dos áreas principales: la cubierta de vuelo, donde los aviones despegan y aterrizan, y el hangar, donde se almacenan y mantienen los aviones cuando no están en uso.
Al contrario de lo que muchos podrían imaginar, los hangares de estos gigantes no tienen puertas. Esto se debe a una combinación de factores históricos, estratégicos y prácticos.
Al principio, los portaaviones eran una adaptación de otros tipos de barcos y tenían hangares cerrados para proteger los aviones.
Los británicos, por ejemplo, preferían hangares cerrados y blindados para protegerse contra ataques enemigos a sus portaaviones. Sin embargo, esto limitó el espacio y la movilidad de los aviones. La Armada de los Estados Unidos adoptó un enfoque diferente y optó por hangares abiertos.
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Esta decisión permitió una mayor versatilidad operativa, facilitando el calentamiento de los motores de los aviones antes del despegue y acelerando el proceso de lanzamiento. Sin embargo, esto también expuso a las aeronaves y a la tripulación a condiciones climáticas adversas y a posibles ataques.
Una de las ventajas de los hangares abiertos es la capacidad de mover rápidamente los aviones entre el hangar y la cubierta de vuelo, reduciendo el tiempo de respuesta en las operaciones de combate.
En caso de explosión, la falta de puertas puede ayudar a disipar la energía del impacto, provocando menos daños que en un hangar cerrado. Por otro lado, la ausencia de puertas aumenta la vulnerabilidad al mal tiempo y a los ataques. Durante la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, los portaaviones de clase Essex, como el USS Franklin, sufrieron graves daños por ataques aéreos que impactaron en hangares abiertos.
Para mitigar los riesgos, los portaaviones estadounidenses modernos, como los de clase Nimitz y Ford, están diseñados para resistir daños importantes. Tienen mamparas que se pueden cerrar para contener incendios y limitar los daños en caso de ataque.
La ausencia de puertas en los hangares de los portaaviones estadounidenses no es un simple descuido, sino más bien un elección estratégica Basado en décadas de evolución del diseño y experiencia en combate. Este enfoque tiene como objetivo equilibrar la protección, la eficiencia operativa y la capacidad de respuesta rápida, asegurando que estos gigantes del mar sigan siendo una fuerza dominante en las operaciones navales globales.