El desmantelamiento de las Fuerzas Armadas brasileñas expone graves fallas estructurales. La Armada sin flota suficiente, el Ejército con blindados obsoletos y la FAB con pocos aviones dejan a Brasil vulnerable en un escenario de guerra. ¿Puede el país defender su soberanía territorial?
En un país de dimensiones continentales, donde la inmensidad territorial debería ser sinónimo de poder y seguridad, la realidad de Fuerzas Armadas de Brasil pinta un panorama alarmante.
Detrás de la apariencia de una nación pacífica se esconde una verdad inquietante: Brasil no estaría preparado para enfrentar un conflicto armado de gran envergadura.
Décadas de decisiones controvertidas, recortes presupuestarios y proyectos mal ejecutados habrían llevado a nuestras fuerzas militares a un estado crítico.
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De acuerdo con Revista de la Sociedad Militar, los analistas señalan que el desguace de las Fuerzas Armadas brasileñas se hace cada año más evidente.
Con un territorio de 8,5 millones de kilómetros cuadrados, Brasil no tendría fuerzas armadas suficientes para defender su propio territorio en caso de guerra.
Marina: un gigante oxidado
La Armada de Brasil, responsable de proteger una de las costas más grandes del mundo, enfrenta importantes desafíos.
Recientemente anunció el retiro del 40% de su flota, desmantelando casi la mitad de sus buques.
Entre los activos restantes se destacan el portahelicópteros Atlântico, el buque de desembarco Bahía y los modernos submarinos en fase de integración.
Sin embargo, los expertos consideran que estos recursos son insuficientes para una adecuada defensa naval.
Los errores estratégicos también contribuyeron a la situación actual.
La adquisición del portaaviones São Paulo, que quedó chatarra sin cumplir su función, y las inversiones en obsoletos cazas A-4 Skyhawk, fuera de producción desde los años 1970, son ejemplos de recursos mal utilizados.
Según los expertos, en el actual escenario de conflicto, gran parte de los 80 militares de la Armada actuarían en tierra, apoyando al Ejército, ante la falta de medios navales operativos.
Fuerza Aérea: moderna, pero insuficiente
La Fuerza Aérea Brasileña (FAB) es considerada la más organizada y tecnológicamente avanzada de las fuerzas armadas del país.
La adquisición de cazas F-39 Gripen, equipados con misiles Meteor de largo alcance, además de aviones como el KC-390 y el E-99, supone un avance significativo.
Sin embargo, el número limitado de estos aviones es motivo de preocupación.
Los analistas sugieren que Brasil necesitaría al menos 200 cazas y una flota más grande de aviones de transporte como el KC-390 para garantizar una defensa aérea sólida.
Actualmente, la FAB no llega a estos números, lo que supone un lastre para las operaciones.
Los Gripen, por ejemplo, acumulan funciones de interceptación, ataque terrestre y patrulla marítima, comprometiendo su eficiencia.
Otro punto crítico es la ausencia de sistemas de defensa aérea de mediano y largo alcance.
Las adquisiciones recientes se limitaron a cañones Gepard y sistemas RBS-70 e Igla, todos de corto alcance, incapaces de neutralizar amenazas a gran altura.
Es como intentar proteger una casa con vallas bajas mientras el ladrón entra por el tejado.
Ejército: el desguace de la fuerza blindada
El ejército brasileño enfrenta serios problemas estructurales, especialmente en su fuerza blindada. Los principales carros de combate, el Leopard 1A5, están obsoletos desde hace años.
Obtener piezas para mantenimiento se ha convertido en una saga, ya que el modelo lleva décadas fuera de producción.
Además, el uso de biodiesel en los motores, en un intento por reducir costes, provocaba frecuentes averías, empeorando la situación.
La alternativa sería recurrir a vehículos blindados ligeros, como el Cascavel y el Guaraní, que no tienen capacidad para enfrentarse a tanques modernos en combate.
La escasez de helicópteros de ataque también hace que los vehículos blindados sean más vulnerables.
Estos aviones, equipados con cañones, misiles antitanques y cohetes, son cruciales para una estrategia de defensa, pero insuficientes en Brasil.
La logística es otro problema grave. La reducción en la adquisición de aviones KC-390 por parte de la FAB dificulta el transporte rápido de tropas y equipos por todo el país, tarea fundamental en un territorio de dimensiones continentales.
Controversias y falta de planificación
El estado actual de las Fuerzas Armadas brasileñas no es fruto de la casualidad. La gestión militar ha estado marcada por decisiones dudosas y una dependencia crónica de presupuestos insuficientes.
Se priorizaron proyectos costosos y prestigiosos, pero terminaron resultando poco prácticos.
El caso del portaaviones São Paulo es emblemático: adquirido como símbolo de poder, nunca llegó a funcionar plenamente y acabó como chatarra.
Asimismo, los A-4 Skyhawks, adquiridos para el Aviación Naval, son obsoletos e ineficaces en un escenario de guerra moderno.
Además, la implicación política de las Fuerzas Armadas en los últimos años ha traído más críticas.
Durante el gobierno de Bolsonaro, la influencia militar creció considerablemente, pero no se tradujo en mejoras en las tropas ni en el equipamiento.
El presupuesto siguió siendo limitado y muchos se preguntan si la presencia militar en el gobierno se utilizó más con fines políticos que para fortalecer la defensa nacional.
Ante este escenario, es claro que, en caso de conflicto, Brasil dependería más de la suerte que de la estrategia para defenderse. Y eso, en el contexto actual, es sencillamente inaceptable.