¡La NASA enfrenta un desafío crítico! Después de casi 50 años, las icónicas sondas Voyager 1 y 2 se están quedando sin energía, lo que obliga a realizar recortes drásticos para mantenerlas con vida.
Las sondas Voyager 1 y Voyager 2, lanzadas por la NASA en 1977, están en una carrera contra el tiempo.
Con más de cuatro décadas de misión, estas dos naves se enfrentan a un problema crítico: la escasez de plutonio, la fuente de energía que alimenta sus generadores.
Este hecho pone en riesgo el futuro de estas sondas, que representan hitos históricos en la exploración espacial.
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En un intento desesperado por prolongar su vida útil, la NASA ha comenzado a apagar instrumentos esenciales y a tomar medidas drásticas para intentar mantener estas sondas operativas durante algunos años más.
El 25 de febrero de 2025, la NASA anunció que había desactivado uno de los instrumentos clave de la Voyager 1, el subsistema de rayos cósmicos.
Este equipo, encargado de estudiar partículas de alta energía en el espacio interestelar, fue uno de los últimos en operar en la sonda, que actualmente se encuentra a más de 23 mil millones de kilómetros de la Tierra.
La decisión de apagarla se tomó debido a la caída de potencia de la sonda, que ahora depende exclusivamente de la energía generada por un pequeño generador de radioisótopos, cuyo combustible (plutonio) se está agotando.
La Voyager 1, que ostenta el título del objeto creado por el hombre más distante de la Tierra, logró una hazaña notable en 2020 al detectar por primera vez cómo los electrones del Sol se aceleran al rebotar en las ondas de choque mientras viajan fuera del sistema solar.
Este descubrimiento marcó un hito en la comprensión del comportamiento del viento solar, una de las grandes incógnitas de la astrofísica.
Sin embargo, a medida que se acercaba el fin del plutonio, la NASA tuvo que tomar decisiones difíciles para preservar lo que quedaba de la misión.
La lucha por la supervivencia de las sondas Voyager
En el caso de la Voyager 2, otra sonda icónica, le espera el mismo destino.
La NASA planea apagar el instrumento que mide partículas cargadas de baja energía el 24 de marzo de 2025.
Si bien esta medida es dolorosa, se considera necesaria para garantizar que los demás instrumentos de la sonda puedan seguir funcionando, aunque de manera limitada.
Las sondas Voyager, en su misión original, fueron diseñadas para explorar los planetas gigantes Júpiter y Saturno.
Pero gracias al éxito de estas misiones, se han mantenido en operación durante más de 40 años, realizando descubrimientos que han superado las expectativas de sus ingenieros y científicos.
Sin embargo, hay un gran desafío que afrontar: el combustible que mantiene en funcionamiento estos instrumentos, el plutonio, se agota cada año.
Cada 12 meses, las sondas pierden alrededor de 4 vatios de potencia y, con el tiempo, el equipo deja de funcionar.
Esto da como resultado un número cada vez menor de instrumentos operativos en ambas sondas.
Actualmente, de las 10 herramientas científicas que había a bordo de las Voyager, sólo tres permanecen en funcionamiento.
En cada una de las sondas, estos instrumentos son vitales para seguir recopilando datos del espacio interestelar.
Para la Voyager 1, el único instrumento funcional será el magnetómetro, que mide el campo magnético en las regiones exteriores del sistema solar.
La Voyager 2 aún conserva el subsistema de rayos cósmicos, que debería seguir funcionando hasta 2026.
Sin embargo, la situación es dramática: el futuro de la misión depende de la capacidad de controlar el consumo energético, incluso con limitaciones cada vez más evidentes.
Instrumentos desaparecidos: el fin de la era de la sonda Voyager
A medida que se acerca el fallo final de los generadores de plutonio, la NASA ha adoptado una estrategia de “ahorro de energía”.
Para garantizar que el trabajo de ambas sondas no llegue a un final prematuro, la agencia espacial ha ido apagando progresivamente varios instrumentos y sistemas.
En 2024, la Voyager 1 experimentó un fallo importante en su memoria interna, lo que resultó en seis meses de completo silencio.
Sin embargo, gracias a una audaz actualización de software, el equipo de la NASA pudo restablecer la comunicación con la sonda, lo que le permitió transmitir datos nuevamente.
Sin embargo, no todos los fallos se han solucionado fácilmente.
En septiembre de 2024, fue necesario activar los propulsores secundarios de la Voyager 1 para corregir su orientación, tras un bloqueo en los motores principales, fruto de la avanzada antigüedad de los sistemas de la sonda.
Aunque esta acción fue arriesgada y desafiante, el éxito del procedimiento garantizó que la misión continuaría, al menos por un tiempo más.
La ingeniería detrás de las misiones Voyager, que ya parece una historia de superación y perseverancia, sigue escribiendo capítulos sorprendentes.
Misión hasta 2030: Esperanza hasta el final
Según una declaración de Suzanne Dodd, directora del proyecto Voyager, la NASA espera que las sondas continúen operando al menos hasta 2030.
Sin embargo, este horizonte está lejos de estar garantizado.
Con cada vez menos instrumentos en funcionamiento, la sonda perderá gradualmente la capacidad de transmitir datos científicos de manera efectiva.
Aún así, el NASA se basa en modificaciones y ajustes constantes realizados en las sondas para extender el tiempo de funcionamiento de las sondas tanto como sea posible.
Además de su misión original, que tenía como objetivo explorar Júpiter y Saturno, las Voyager han jugado un papel fundamental en la recopilación de información sobre la heliopausa, la región donde el viento solar pierde su influencia y da paso al entorno del espacio interestelar.
Esta zona representa uno de los frentes más desconocidos de la astrofísica, y las sondas han sido, hasta la fecha, los únicos instrumentos capaces de proporcionar datos fiables sobre esta región del espacio.
La última gran contribución de las sondas fue enviar información sobre la interacción entre el campo magnético del Sol y el espacio interestelar, ayudando a la comunidad científica a comprender mejor el comportamiento del viento solar, las partículas cósmicas y los campos magnéticos en regiones distantes de nuestro sistema solar.
Mantener estas sondas, incluso con recursos cada vez más limitados, ha sido una de las mayores victorias de la ingeniería espacial de la NASA.