Los científicos afirman que una tecnología impresionante podría hacer que el cerebro humano sea 100 millones de veces más potente, revolucionando las capacidades mentales y el acceso a la información a la velocidad del pensamiento.
En un entorno que recuerda al clásico del cine de ciencia ficción Matrix (1999), en el que los personajes conectan sus mentes a una superinteligencia, los científicos creen que, en 2045, una nanotecnología similar podría ser una realidad. Aunque todavía es imposible simplemente “descargar” Habilidades directamente en el cerebro, como el protagonista. neo En la película, los investigadores están trabajando en tecnologías que prometen revolucionar la cognición humana a través de una interfaz cerebro-nube, conocida como Interfaz cerebro-nube (B-CI).
El concepto, defendido por un reconocido informático ray Kurzweil, sugiere que la nanotecnología será el vehículo para esta transformación. Según él, una vez desarrollada, esta interfaz podría conectar el cerebro humano a vastas redes de computación en la nube, aumentando potencialmente la potencia de procesamiento hasta 100 millones de veces.
La nanotecnología y el potencial de la interfaz cerebro-nube
El principio de B-CI es relativamente simple: se insertarían nanobots (diminutos robots, aproximadamente una centésima parte del ancho de un mechón de cabello) en el cerebro humano, permitiendo una conexión continua entre las neuronas y el cerebro. nube.
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Estos nanobots podrían monitorear, procesar e incluso cambiar datos en tiempo real, creando un puente entre la mente humana y enormes cantidades de datos disponibles en línea.
En un estudio publicado en 2019 en la revista Fronteras en Neurociencias, Un equipo internacional de investigadores, dirigido por el neurocientífico Nuno RB Martins, ha descrito cómo esta tecnología podría permitir el acceso instantáneo a la inmensidad de Internet, que actualmente contiene alrededor de 147 zettabytes de datos.
Martins cree que esta interfaz podría desarrollarse en unas pocas décadas, aunque hoy el concepto parezca absurdo.
La visión de Martins y su equipo va más allá de la mejora de la cognición. Imaginan una revolución en la forma en que aprendemos y nos comunicamos. “Esta cognición compartida podría revolucionar la democracia, aumentar la empatía y unir a grupos culturalmente diversos en una sociedad verdaderamente global.“, dijo Martins en un comunicado de prensa.
Cómo funcionan los nanobots en el cerebro
La complejidad del cerebro humano es impresionante. Con alrededor de 86 mil millones de neuronas y billones de conexiones sinápticas, el desafío de integrar esta estructura biológica en un sistema artificial es inmenso.
Para afrontar este desafío, los científicos proponen la inserción de tres tipos de nanobots especializados: endoneurobots (que operarían dentro de las neuronas), sinaptobots (que trabajarían en las sinapsis) y gliabots (para actuar sobre las células gliales, que sostienen las neuronas).
Estos nanobots se introducirían en el cerebro de forma no invasiva, como a través del torrente sanguíneo o mediante inyecciones transdérmicas. Una vez dentro del cuerpo, se podrían utilizar campos magnéticos para dirigirlos a regiones específicas del cerebro, donde se posicionarían para monitorear e interactuar con las sinapsis y las neuronas.
El concepto de monitorización cerebral en tiempo real ofrece una variedad de posibilidades. Además de acceder instantáneamente a los datos de la nube, los nanobots podrían usarse para combatir el envejecimiento cerebral y enfermedades como el Alzheimer reparando las sinapsis y revirtiendo el deterioro cognitivo. Ray Kurzweil cree que esta tecnología podría incluso reparar órganos y aumentar la longevidad humana.
Superinteligencia y riesgos éticos
El escenario de un “supercerebro global”, en el que los humanos se conectarían en una red de pensamiento colectivo, ha despertado tanto entusiasmo como preocupación.
Por un lado, la promesa de una humanidad interconectada, en la que las diferencias sociales y culturales serían superadas por la cognición compartida, se considera un salto evolutivo. Por otro lado, existen cuestiones éticas y desafíos prácticos que no pueden ignorarse.
Una de las principales preocupaciones es la privacidad. ¿Cómo podemos garantizar que la información procesada por estos nanobots esté protegida contra intrusiones? La perspectiva de tener una conexión cerebral directa a Internet abre la puerta a posibles violaciones de la privacidad y riesgos de seguridad.
Además, la desigualdad en el acceso a la tecnología puede exacerbar aún más las divisiones sociales, en lugar de superarlas.
Otro dilema tiene que ver con la seguridad física de los nanobots en el cuerpo humano. El cerebro está protegido por la barrera hematoencefálica, que regula la entrada de sustancias al órgano para evitar daños.
Los investigadores todavía están explorando cómo los nanobots podrían cruzar esta barrera sin causar daño. Además, aún se desconocen los efectos a largo plazo de la presencia de nanobots en el cerebro y los desafíos regulatorios son enormes.
A pesar de las incertidumbres, Martins y su equipo dicen que están comprometidos a resolver estos problemas antes de que la tecnología esté lista para su uso a gran escala. "Estamos trabajando para abordar tantos desafíos éticos como sea posible para garantizar que esta tecnología sea beneficiosa para la humanidad", dijo Martins.
El futuro de la cognición humana
Aunque una interfaz cerebro-nube parece sacada directamente de una película de ciencia ficción, los avances en la investigación en neurociencia y nanotecnología apuntan a un futuro en el que esta idea podría convertirse en realidad.
Si los científicos tienen éxito, la B-CI no sólo revolucionará la educación y la comunicación, sino que también podría alterar profundamente la forma en que la humanidad vive e interactúa.
Lo que alguna vez pareció una fantasía podría convertirse en un paso crucial en la evolución humana, permitiéndonos a todos conectarnos de maneras antes inimaginables. Sin embargo, este futuro depende de un delicado equilibrio entre la innovación tecnológica y las consideraciones éticas, que deben guiar el desarrollo de esta superinteligencia compartida.