Naypyidaw es un ejemplo intrigante de cómo la ambición de un régimen puede materializarse en un megaproyecto de impresionante magnitud, pero que al mismo tiempo revela las disparidades y decisiones controvertidas de un país marcado por décadas de conflicto interno y aislamiento internacional.
En el corazón del Sudeste Asiático, Myanmar, país históricamente conocido como Birmania, destaca no sólo por sus riquezas naturales y culturales, sino también por albergar el megaproyecto urbano más controvertido del mundo: la capital Naypyidaw. Concebida en medio de una realidad de pobreza e inestabilidad política, esta “ciudad fantasma” representa una paradoja de grandeza y aislamiento, consumiendo una inversión de 4 mil millones de dólares en su construcción.
Naypyidaw: un megaproyecto insólito
Construida con la intención de ser el centro político y administrativo de Myanmar, Naypyidaw se extiende sobre una superficie total de aproximadamente 7.000 km² y alberga a sólo 1 millón de habitantes. La ciudad contrasta vivamente con Shanghai, que, siendo un poco más pequeña en tamaño, tiene una población de 26 millones. Con caminos que llegan Con 20 carriles, parques, jardines, centros comerciales, campos de golf, un zoológico e incluso la Pagoda Uppatasanti como su monumento más famoso, Naypyidaw parece más el escenario de una película post-apocalíptica que una capital vibrante.
Naypyidaw fue creada por la dictadura militar que cambió el nombre del país de Birmania a Myanmar, una administración marcada por la violencia y la represión desde los años 1960. El inicio de las obras, mantenidas en secreto por el régimen militar, parece que las imágenes de satélite tuvieron lugar en 2002, siendo la ciudad revelada al mundo tres años después. Con un coste estimado de 4 millones de dólares, el megaproyecto de Naypyidaw no se adapta a la realidad económica de uno de los países más pobres de Asia, donde una gran parte de la población carece de acceso a la educación y a la asistencia sanitaria básica.
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Una estructura desproporcionada
Naypyidaw fue construida para ser grande en todos los sentidos, pero su inmensidad no coincide con su densidad de población. Calles anchas, edificios gubernamentales extravagantes y un orden urbano que confunde más que guía marcan el paisaje de la capital. Curiosamente, las calles casi siempre están vacías, habitadas únicamente por trabajadores encargados de mantener la ciudad impecablemente limpia.
La decisión de construir Naypyidaw y transferir la capital desde Yangon Por esta remota ubicación generó varias especulaciones. Oficialmente, la justificación fue que Yangon estaba superpoblada, pero los analistas sugieren que el régimen militar buscaba una capital más protegida y menos susceptible a protestas populares y ataques externos. La configuración de Naypyidaw, con sus vastas zonas militares, residenciales y gubernamentales, y la posible existencia de túneles subterráneos, refuerza la teoría de que la ciudad también fue diseñada con fines defensivos.
Una capital aislada
Si bien Myanmar enfrenta importantes desafíos políticos y sociales, Naypyidaw sigue estando distante, tanto geográfica como emocionalmente, de la realidad de la mayoría de los ciudadanos de Myanmar. El megaproyecto de la ciudad simboliza la desconexión entre el régimen militar y el pueblo birmano, y sirve como un recordatorio físico de las prioridades distorsionadas y el aislamiento impuesto por el gobierno. La “ciudad fantasma” de 4 millones de dólares es un monumento a la extravagancia en un país que todavía luchar por la estabilidad y prosperidad