El impactante impacto de una bolsa olvidada de Cheetos en la cueva más grande de EE. UU.: ¡descubre cómo pequeños errores humanos pueden causar grandes desastres ecológicos!
Que los humanos podemos causar el mayor caos en los ecosistemas que nos rodean está fuera de toda duda. Sin embargo, a diferencia de otros animales, por muy grande que sea el error, nosotros somos capaces de repetirlo en poco tiempo. Por lo tanto, lo que pasó en uno de los áreas más fascinantes de Estados Unidos es un buen ejemplo. Aunque sea por una simple bolsa de Cheetos.
La importancia de las Cavernas de Carlsbad
Ubicada en el estado de Nuevo México, es un conjunto de más de 119 cuevas subterráneas de gran importancia geológica y ecológica. Formadas por la acción del agua ácida que disolvió la roca caliza a lo largo de millones de años, estas cuevas destacan por su vasta red de pasajes y cámaras, incluida la famosa “Gran Sala”, una de las cámaras subterráneas más grandes del mundo.
Estas formaciones geológicas únicas incluyen impresionantes estalactitas, estalagmitas y columnas, lo que las hace de gran interés científico para el estudio de los procesos de formación de cuevas y la historia geológica del suroeste de Estados Unidos. Sin embargo, este sitio, nombrado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, también se ha convertido en un destino obligado para el turismo de masas.
El impacto de una bolsa de Cheetos en el ecosistema
Según el Servicio de Parques Nacionales (NPS), lo sucedido debería hacer reflexionar a todos los futuros turistas después de que un visitante distraído dejara una bolsa de Cheetos en lo profundo de las Cavernas de Carlsbad. Al parecer, el refrigerio fue dejado en la histórica Gran Sala, la cámara cueva más grande por volumen de América del Norte, a la que sólo se puede acceder después de una caminata de aproximadamente una hora bajo tierra.
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Una bomba para el ecosistema local
Una vez allí, la bolsa de Cheetos puede descomponerse en las zonas húmedas de la cueva. Es decir, estos pequeños snacks de “queso” abandonados en la cueva podrían provocar una pequeña onda expansiva en el ecosistema local.
“El maíz procesado, ablandado por la humedad de la cueva, formó el ambiente perfecto para albergar vida microbiana y hongos. Los grillos, ácaros, arañas y moscas de las cavernas pronto se organizaron en una red alimentaria temporal, dispersando nutrientes por toda la cueva y las formaciones circundantes. El moho se propaga a las superficies cercanas, da frutos, muere y desprende mal olor. Y el ciclo continúa”, informa el NPS en una publicación.
Un problema mucho mayor
En el mismo artículo se destaca que, “en la escala de la perspectiva humana, un paquete de snacks derramado puede parecer trivial, pero para la vida en la cueva puede cambiarlo todo”, subrayan. “Grandes o pequeños, todos dejamos un impacto dondequiera que estemos. Dejaremos el mundo en un lugar mejor de como lo encontramos”, añade el centro.
Parece que los guardabosques tuvieron que realizar un arduo trabajo de monitoreo para eliminar cuidadosamente todos los rastros de basura y moho de la superficie de la cueva con la esperanza de evitar cualquier impacto duradero en la cueva.
Basura y entornos naturales.
Uno de los grandes problemas de los parques nacionales de Estados Unidos es lo que los visitantes traen y dejan atrás. Esta contaminación genera cifras alarmantes: más de 300 millones de personas visitan cada año los parques nacionales, generando casi 70 millones de toneladas de basura.
Y de todos los lugares, las cuevas son las más afectadas. ¿La razón? Son más vulnerables porque están aislados del mundo exterior y albergan una rica variedad de organismos altamente adaptados, endémicos y sensibles. Si a esto le sumamos nuevos elementos, como cheetos o similares, el resultado puede alterar radicalmente el equilibrio de la biodiversidad.
El ejemplo de la cueva de Lascaux
Este es posiblemente el caso más sonado y el ejemplo más claro de cómo podemos cambiar un entorno de este tipo. Descubiertos en Francia en 1940, pronto se hicieron famosos por sus pinturas rupestres, que datan de hace 17.000 años, una de las mejores muestras de arte prehistórico. Sin embargo, tras su apertura al público en 1948, las visitas masivas empezaron a afectar negativamente al delicado microclima de la cueva.
Parece que el dióxido de carbono exhalado por los visitantes, junto con la humedad y los cambios de temperatura, comenzaron a provocar daños visibles en las pinturas, como la aparición de hongos y algas en las paredes. Estos cambios ponen en riesgo la preservación de pinturas, algunas de las más importantes de la humanidad.
Cerrado para siempre
Ante este deterioro, en 1963 las autoridades francesas tomaron la decisión de cerrar el cueva de lascaux al público para proteger las pinturas. Desde entonces, sólo un número muy limitado de científicos y expertos en conservación tienen acceso a la cueva. De hecho, para que el público pudiera seguir disfrutando del arte de Lascaux, se creó una réplica conocida como Lascaux II, que reproduce las principales cámaras y pinturas de la cueva original.
Esta medida, protegiendo el valor histórico de las cuevas con puertas de acero y cámaras de seguridad, permitió preservar el patrimonio artístico de Lascaux manteniendo su valor educativo y cultural. Quizás deberíamos hacer lo mismo con todas las cuevas de valor histórico. Aunque, primero, habría que comprobar que nadie se olvidó algún snack.