Una ambiciosa startup planea utilizar drones submarinos para volver a congelar el Ártico, proponiendo una solución climática radical a un costo estimado de 10 billones de dólares al año.
A medida que el Ártico se derrite a un ritmo alarmante, los científicos están explorando medidas drásticas para evitar el colapso de este ecosistema crucial. ¿Pero es esta la elección más inteligente?
Mientras que algunos expertos defienden la geoingeniería como un riesgo necesario, a otros les preocupa que distraiga del verdadero objetivo: reducir las emisiones de carbono.
Una solución al ciclo de retroalimentación del Ártico
A medida que el hielo del Ártico se derrite, el océano expuesto absorbe más calor, lo que acelera aún más el proceso de deshielo.
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Para combatir este ciclo, investigadores de Centro de reparación del clima de la Universidad de Cambridge, en asociación con la startup Real Ice, están desarrollando un enfoque innovador: bombear agua de mar sobre el hielo existente para aumentar su espesor.
Andrea Ceccolini, director general de Real Ice, explica: “Nuestras pruebas de campo realizadas durante los últimos dos años muestran que el "hielo grueso" es una forma eficaz de fomentar el crecimiento de hielo adicional sobre el hielo marino existente."
Un dron submarino y un hielo ártico más grueso
Desde 1979, el Ártico se ha calentado casi cuatro veces más rápido que el promedio mundial. Esto no sólo eleva el nivel del mar, sino que reduce el efecto de enfriamiento de la región, empeorando el calentamiento global.
Real Ice cree que tiene una solución para revertir la situación.
La startup está desarrollando drones submarinos propulsados por hidrógeno verde capaces de perforar el hielo y rociar agua de mar sobre su superficie. Esta agua se congela formando una capa superior más gruesa.
Ceccolini destaca el potencial de este enfoque: "Al inundar y congelar la capa de nieve, que normalmente aísla el hielo marino, podemos estimular un crecimiento adicional de hielo en la base".
Desafíos colosales
La propuesta enfrenta importantes obstáculos. En primer lugar, es necesario demostrar que la tecnología funciona a gran escala. Luego está el desafío de obtener financiamiento y escalar la operación a niveles oceánicos.
Se estima que se necesitarían 10 millones de bombas eólicas sólo para espesar el hielo en una décima parte del Ártico. “A pequeña escala, bombear agua y formar hielo nuevo es sencillo”, afirma Ceccolini. "Pero escalarlo en condiciones extremas del invierno ártico es el mayor desafío".
Pese a ello, el objetivo final es crear una capa de hielo lo suficientemente gruesa como para soportar el verano. Sin embargo, la eficacia de este enfoque aún está por demostrar.
Primeras pruebas y planes futuristas.
En enero, Real Ice lideró una expedición que generó alrededor de mil toneladas de hielo en un área del tamaño de un campo de fútbol. Por primera vez se utilizó un sistema de bombeo impulsado por pilas de combustible de hidrógeno. Ahora, el objetivo es ampliar las pruebas en 2024 y 2025.
"Hasta ahora, nuestras pruebas eran demasiado pequeñas para evaluar si el hielo adicional sobrevive al verano y evita que la capa de hielo se reduzca", admite Ceccolini.
Un precio alto: 10 mil millones de dólares al año
Mientras los científicos advierten que no alcanzaremos el objetivo de limitar el calentamiento global a 1,5°C, Ceccolini cree que su tecnología puede ahorrar tiempo.
"Si este enfoque resulta eficaz, tiene sentido mantenerlo funcionando a gran escala hasta que podamos descarbonizar nuestras economías y reducir los niveles de CO2 a alrededor de 350 ppm", explica.
La estimación inicial sugiere un costo anual de 10 mil millones de dólares para implementar el espesamiento del hielo a una escala significativa. Sin embargo, Ceccolini afirma que esta inversión sería una fracción de los costos futuros de adaptación y daño climático.
La idea de manipular el clima no es nueva, pero tiene mala reputación. Además de bombear agua en el Ártico, los científicos estudian la inyección de aerosoles estratosféricos (SAI), que simulan los efectos de una erupción volcánica para enfriar el planeta. Sin embargo, esta técnica puede provocar daños como la lluvia ácida.
Además, los críticos señalan que la geoingeniería puede crear un “peligro moral” al reducir la urgencia de reducir las emisiones. Si estas tecnologías fallan, el planeta podría afrontar un desastre aún mayor.
Consciente de las críticas, Ceccolini prefiere describir su enfoque como “biomimética” en lugar de geoingeniería. Explica: "Utilizamos métodos inspirados en la naturaleza para preservar y restaurar mecanismos que ocurrían naturalmente antes de que el cambio climático afectara a ecosistemas como el Ártico".
Preparándose para lo inevitable
Ceccolini advierte que necesitamos soluciones más allá de la reducción de emisiones. El informe del IPCC de 2023 refuerza la necesidad de eliminar grandes cantidades de CO2 de la atmósfera mediante la ampliación de tecnologías a un ritmo sin precedentes.
“La reducción de emisiones por sí sola tiene una probabilidad casi nula de evitar los escenarios económicos más probables. Necesitaremos métodos innovadores de captura de carbono y, aun así, las cantidades necesarias pueden tardar demasiado para evitar las peores subidas de temperatura”, destaca.
El reloj corre
El tiempo es corto. Se espera que las emisiones de CO2 en 2024 alcancen un nuevo récord, y la Organización Meteorológica Mundial predice más récords de temperatura.
Ceccolini concluye con una advertencia: “En el Ártico, el riesgo de la inacción es perder un ecosistema entero, con impactos planetarios como el colapso de los glaciares de Groenlandia y la liberación de metano por el deshielo del permafrost”.
Mientras el futuro del planeta está en juego, soluciones como la de Real Ice podrían ser la clave para un mundo más resiliente. ¿Pero será suficiente? El tiempo (y la acción) lo dirán.
El agua de mar salada tendrá exactamente el efecto contrario: ¡ayudará a que los glaciares de agua dulce se derritan!
Pues bien, esto no sería una interferencia en la naturaleza como la que se atribuye a “sólo” millones de automóviles que emiten gases de efecto invernadero, el infame CO2. Por otro lado, ¿lo que dicen que está sucediendo en el Ártico y la Antártida es realmente culpa del casi nulo CO2 que los automóviles y las fábricas liberan a la atmósfera global? Y 10 billones en costos anuales, deberían ser casi la mitad de la economía estadounidense por año. Estos son valores que deben producirse de alguna manera. ¿Cuánta será la agresión a la naturaleza sólo por producir este equipo? ¿Cuánta mano de obra se necesitará? ¿Y de dónde saldrán las cantidades a pagar a estas startups?
Estos tipos huelen mierda.