Encuesta realizada por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y por la revista The Economist, que señalan a Brasil como el mejor ambiente para establecer alianzas público-privadas en América Latina
O Brasil tiene el mejor ambiente para la creación de asociaciones público-privadas (APP) en América Latina. La información es de un informe difundido este miércoles 13 por el BID, el Banco Interamericano de Desarrollo y la revista The Economist.
Los autores de la información divulgada no hicieron un ranking, sino que subdividieron en grupos a los 26 países examinados. Brasil está en la categoría de país “desarrollado”, con una puntuación que varía entre 60 y 79,9, en América Latina.
En la misma categoría que Brasil para las asociaciones público-privadas en América Latina están Chile, Uruguay, Perú, Colombia, Panamá y Costa Rica. Con puntajes que van de 0 a 100, Brasil obtiene 76,3 puntos, ligeramente por encima de Chile, segundo en América Latina, que obtiene 75,3 puntos. El promedio de la región fue de 47,3 puntos.
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Previstas en la Ley 11.079/2004, las asociaciones público-privadas simbolizan una forma para que el poder público preste un servicio al sector privado. El individuo invierte y realiza un servicio para el gobierno, siendo remunerado de dos formas: totalmente por el Estado (sin costo para el ciudadano) o parcialmente por el Estado y parcialmente por el usuario del servicio, a través de tarifas.
El modelo es conveniente en los casos en que la concesión común, aquella en la que el Estado entrega en su totalidad una empresa o servicio a la iniciativa privada, terminaría con tarifas demasiado altas para los consumidores.
La asociación público-privada también se propone en proyectos que tienen un alto riesgo para el sector privado o con grandes necesidades de capital. Esto se debe a que, en esta modalidad, el Estado puede reconocer parte del riesgo y costo que correría a cargo del usuario del servicio.
Con respecto a Brasil, el informe mostró que el país tiene “uno de los mercados de asociaciones público-privadas más activos en América Latina”, aglutinando poco más del 40% de las inversiones de la región latinoamericana en alianzas público-privadas entre 2011 y 2020.
De 2010 a 2019, los datos destacaron que las asociaciones público-privadas representan el 25 % del gasto total en infraestructura en Brasil. La evidencia va para el sector energético, que acumuló alrededor del 77% del monto invertido en alianzas público-privadas de 2018 a 2020.
Estructura de la asociación público-privada
Aún según el informe, el ambiente de negocios para las asociaciones público-privadas en Brasil tiene cuatro puntos fuertes. El primero es la estructura de la Secretaría del Programa de Asociaciones de Inversión (SPPI), en 2016 y vista por el informe como una “agencia bien equipada y bien financiada”.
Las otras tres fortalezas vistas por el informe son: la hábil selección y preparación de proyectos para ser incluidos en asociaciones público-privadas; dedicación a la sostenibilidad ambiental y social; y, finalmente, la evaluación recurrente de desempeño e impacto durante la preparación del proyecto.
La investigación realizada en la región latinoamericana consideró avances recientes, como la nueva Ley de Licitaciones (Ley 14.133/2021), que introdujo la modalidad de diálogo competitivo.
Dificultades
Si bien hay avances, según los criterios considerados por el BID y la revista The Economist, para la investigación en América Latina, el informe destaca desafíos para Brasil. El primer desafío mencionado son los problemas en la asignación de riesgos entre contrapartes. público y privado
Los proyectos en los que el Estado plantea riesgos significativos para el sector privado pueden dar lugar a que los contratos finalicen antes de lo esperado, ya que el sector privado no podrá realizar las inversiones necesarias.
El segundo desafío es la falta de logística entre las diferentes agencias involucradas, supervisando e implementando proyectos. El tercer problema es la falta de procedimientos claros para rescindir contratos antes del término del plazo, y el último desafío es la falta de seguimiento de los impactos sociales y ambientales después del establecimiento de la asociación público-privada.