Con apenas el 15,8% de la energía proveniente del carbón en 2024, Chile lidera la transición energética en los países en desarrollo, apostando por la energía solar y eólica para eliminar el carbón hacia 2030.
Hace una década, Chile dependía en gran medida del carbón y la mitad de su electricidad se generaba a partir de este combustible fósil. Pero en 2024, esta dependencia se desplomó a menos del 16%, consolidando al país como uno de los más ágiles en la transición energética entre las naciones en desarrollo. ¿Qué explica este salto? Un impuesto al carbono pionero, fuerte presión ambiental e inversiones estratégicas en energías renovables.
La dependencia histórica de Chile del carbón
Mirando hacia atrás, la escena era diferente. En 2014, las plantas de carbón dominaron la matriz energética chilena. El carbón era barato y fiable, pero su impacto ambiental ya preocupaba a los ambientalistas y a las comunidades locales.. La Patagonia, en particular, se convirtió en un símbolo de la lucha contra la expansión de las minas de carbón y las centrales hidroeléctricas.
Si avanzamos rápidamente hasta 2024, la generación de electricidad a partir del carbón se ha reducido a sólo el 15,8%. Esta reducción no fue casual, sino resultado de una planificación meticulosa y acciones contundentes, como el primer impuesto al carbono en América del Sur.
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Estrategias pioneras para reducir el uso de carbón
El impuesto al carbono fue un punto de inflexión. Instituido para poner precio a la contaminación, hizo económicamente inviable el mantenimiento de las plantas de carbón. Las nuevas normas sobre emisiones también han encarecido la construcción de estas instalaciones en un 30%, empujando al sector energético hacia alternativas más limpias.
Al mismo tiempo, el gobierno y las empresas privadas invirtieron mucho en energía eólica y solar. Hoy Chile tiene la matriz energética más diversificada de América Latina, con el 66,8% de la electricidad proveniente de fuentes renovables.
El papel de las energías renovables en la nueva matriz energética
Entre las renovables destaca la energía solar: el 20,9% del mix energético es fotovoltaica, colocando a Chile como líder mundial en integración solar. El país también es referente en energía eólica, que representa el 12,8% de la matriz.
A largo plazo, operar parques solares y eólicos. resultó ser más económico que mantener plantas de carbón. A pesar de los subsidios temporales para estabilizar los precios de la electricidad en 2022, la transición ya está comenzando a mostrar beneficios financieros y ambientales.
Retos y costes de la transición energética
Por supuesto, esta transformación no estuvo exenta de desafíos. En 2022, Chile destinó alrededor del 1% del PIB a subsidios a los combustibles fósiles, amortiguando el impacto de la transición en la factura energética. Pero, según los expertos, esta estrategia era fundamental para equilibrar el mercado y mantener la confianza de la población.
Para el ex Ministro de Medio Ambiente de Chile, Marcelo Mena-Carrasco, el modelo chileno es único porque combina principios de mercado con un claro compromiso ambiental. Según él, la experiencia chilena puede replicarse a nivel global, especialmente en países con economías emergentes.
El futuro energético de Chile
El horizonte es prometedor. Chile planea cerrar todas sus plantas de carbón para 2030, incluidas las más recientes. Se estima que, para entonces, entre el 80% y el 90% de la electricidad será generada por fuentes renovables.
Este compromiso convierte a Chile en un referente no sólo en Sudamérica, sino en todo el mundo, demostrando que es posible unir crecimiento económico, innovación y sostenibilidad. Así, Chile no sólo abandona el carbón, sino que abre el camino para que otras naciones sigan el mismo camino.