La guerra comercial entre Estados Unidos y China está lejos de terminar: mientras Donald Trump amenaza con aranceles del 100%, China ofrece aranceles cero a los países menos desarrollados y fortalece la influencia internacional.
La guerra comercial entre Estados Unidos y China está lejos de terminar, y las recientes medidas de ambos países muestran que la disputa se está intensificando aún más. Por un lado, Donald Trump, presidente electo de Estados Unidos, intensifica su postura agresiva, amenazando a los países Brics con aranceles del 100% a la importación de sus productos. Por otro, China responde con estrategias diplomáticas y comerciales, acercándose a naciones emergentes y menos desarrolladas, ofreciendo ventajas comerciales que pueden cambiar el juego.
Trump y la protección del dólar estadounidense
Desde su campaña, Trump ha prometido proteger el dólar estadounidense de posibles amenazas, especialmente las provenientes del grupo BRICS – formado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. En una de sus publicaciones en la red Truth, Trump dejó claro que no aceptará ningún intento de desdolarización. La idea de una moneda común para los BRICS, discutida en octubre durante la cumbre del grupo en Kazán, Rusia, generó alarma en Washington.
Trump amenazó con imponer aranceles del 100% a los productos provenientes de los países BRICS si avanzan con sus planes para una moneda alternativa. “La idea de que los países BRICS están tratando de alejarse del dólar mientras nosotros nos quedamos mirando se acabó”, declaró Trump. Reforzó que Estados Unidos no permitirá que el dólar pierda su condición de moneda de reserva mundial.
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Además de los aranceles, Trump y sus asesores están considerando otras medidas para mantener el dominio del dólar, incluidos controles de exportación e impuestos al comercio con naciones que adoptan monedas alternativas.
La respuesta de China
Mientras Trump endurece su discurso, China avanza en la dirección opuesta, optando por construir alianzas con países emergentes y menos desarrollado. Desde el 1 de este mes, Beijing adoptó una nueva política comercial que exime de aranceles a todos los productos procedentes de países clasificados como “menos desarrollados” por la ONU. Esto incluye naciones con un ingreso bruto per cápita inferior a 1.018 dólares estadounidenses, la mayoría de las cuales están ubicadas en África.
Esta medida coloca a China como el primer gran actor económico mundial en adoptar una política arancelaria tan amplia para los países menos favorecidos. La expectativa es crear nuevas oportunidades de exportación para estas naciones en el vasto mercado chino. Según el Ministerio de Comercio de China, el objetivo es fortalecer las asociaciones y ayudar a estos países a integrarse al comercio global.
El avance de China en África, por ejemplo, no es nada nuevo. En los últimos 20 años, las inversiones chinas en la región han pasado de unos modestos 74,8 millones de dólares en 2003 a la impresionante cifra de 4,23 millones de dólares en 2020. Y el futuro promete aún más: el presidente Xi Jinping anunció que China ofrecerá 50 millones de dólares en financiación para África durante los próximos diez años.
La tecnología en el punto de mira de la guerra comercial
La tensión entre Estados Unidos y China también se refleja en el área tecnológica. Recientemente, el Departamento de Comercio de Estados Unidos impuso nuevas restricciones al acceso de China a tecnologías avanzadas para producción de semiconductores. Beijing reaccionó rápidamente y anunció restricciones a la exportación de materiales esenciales como el galio y el germanio, utilizados en tecnologías tanto civiles como militares.
Estos embargos mutuos muestran que la guerra comercial va más allá de los aranceles y las asociaciones económicas. Ahora, la disputa está profundamente arraigada en el control de tecnologías estratégicas esenciales para el futuro de la innovación y la seguridad nacional.
El impacto del arancel cero de China
La decisión de China de adoptar aranceles cero para los países menos desarrollados va mucho más allá de una medida económica. Es un movimiento estratégico para expandir su influencia global, especialmente en regiones donde la presencia de Estados Unidos es limitada. En la práctica, esto crea una red de dependencia económica, fortaleciendo los vínculos comerciales y diplomáticos con países que tienen pocos recursos para negociar en igualdad de condiciones con las grandes potencias.
Esta política se alinea con la narrativa china de ser un socio confiable y solidario, a diferencia de la postura más imponente adoptada por Estados Unidos bajo Trump. Esto refuerza la visión de Beijing como líder alternativo en el orden económico global.
¿Qué esperar de esta guerra comercial?
La guerra comercial entre Estados Unidos y China está lejos de ser sólo una disputa sobre aranceles. Es una batalla por el liderazgo económico y tecnológico global, en la que cada bando utiliza sus mejores armas. Trump apuesta por el proteccionismo y defiende el dólar como moneda central del comercio global, mientras China amplía sus asociaciones y busca reducir la dependencia de la moneda estadounidense en las transacciones internacionales.
Lo que está claro es que ninguna de las partes está dispuesta a dar marcha atrás. La postura firme de Trump podría provocar tensiones con aliados tradicionales, como Brasil, mientras que la estrategia de China de ofrecer ventajas comerciales a países menos desarrollados aumenta su influencia en regiones estratégicas. En el centro de esta disputa está el futuro de la economía global, que estará determinado por las decisiones y alianzas que se tomen hoy. Queda por ver hasta dónde están dispuestos a llegar estos dos gigantes para lograr sus objetivos.
Conocemos las intenciones de Estados Unidos, es decir, someter a las naciones más pobres y vulnerables a aceptar y permanecer como rehenes de su política expansionista. China y los BRICS, junto con los países amigos, tienen una misión fundamental y muy importante: unirse y enfrentar las intenciones amenazantes de Trump.